Un estudio de neurocientíficos del Instituto Max Planck, de Alemania, confirmó que muchos pacientes que sufren este tipo de deterioro cognitivo conservan sus recuerdos musicales aun en las fases más tardías de la enfermedad. Y explicó las razones de esa permanencia: la memoria de la música se guarda en áreas cerebrales diferentes a las de otros recuerdos.
Hay melodías que acompañan los momentos más importantes de la vida, son las que se sostienen a pesar del paso del tiempo. Y estudios científicos han demostrado que esa música autobiográfica, como algunos la llaman, es resistente al avance del Alzheimer, y que por esa razón, muchos pacientes conservan sus recuerdos musicales aun en las fases más tardías de la enfermedad, cuando la memoria y la mente se encuentran más afectadas. Ahora, según consignó Tiempo Argentino, otro estudio señala las razones de esa resistencia: los recuerdos musicales se alojan en áreas cerebrales diferentes a las de otros recuerdos.
Las preguntas que llevaron a los científicos europeos a avanzar en esta investigación fueron aquellas que cualquier persona puede formularse de manera intuitiva: ¿cómo se explica que muchos enfermos de Alzheimer no sepan su nombre, no reconozcan a sus hijos o no sepan dónde viven, y sin embargo logren reconocer la canción que los emocionó décadas atrás? ¿Cómo puede ser que algunos pacientes sean incapaces de articular una frase y, no obstante, sean capaces de tararear temas que triunfaron cuando ellos todavía podían recordar sin dificultad?
Con esos disparadores, un equipo de neurocientíficos del Instituto Max Planck de Neurociencia y Cognición Humana de la ciudad alemana de Leipzig realizó un doble experimento, cuyos resultados fueron publicados en la revista especializada Brain. Por un lado, buscaron qué zonas del cerebro se activan cuando oímos canciones, y por el otro, analizaron si en los enfermos de Alzheimer, estas áreas cerebrales presentan algún signo de atrofia o si, por el contrario, resisten mejor a la enfermedad.
Los aspectos cruciales de la memoria musical se procesan en áreas no asociadas con la memoria episódica, semántica o la autobiográfica.
El diseño del trabajo se basó en la hipótesis de que la experiencia de escuchar música es, para el cerebro, diferente a la de recordarla, y que en ambos procesos intervienen redes cerebrales distintas. Para localizar el espacio donde el cerebro guarda los recuerdos musicales, los investigadores hicieron escuchar a individuos sanos distintos cuarenta grupos de tres canciones, 120 en total. Cada trío estaba formado por un tema muy conocido entresacado de las listas de antiguos éxitos, música para bebés y música tradicional alemana. Las otras dos canciones eran similares a la primera, en tono, estilo, ritmo, pero se trataba de fracasos musicales, o temas desconocidos.
La actividad cerebral de los voluntarios fue registrada mediante la técnica de imagen por resonancia magnética funcional, y así los investigadores pudieron comprobar que la hipótesis era correcta: la música se aloja en zonas del cerebro diferentes de las áreas donde se guardan los otros recuerdos. En concreto, las zonas que mostraron mayor activación al rememorar las canciones fueron el giro cingulado anterior, situado en la zona media del cerebro, y el área motora presuplementaria, ubicada en el lóbulo frontal.
"Al menos, los aspectos cruciales de la memoria musical son procesados en áreas cerebrales que no son las que habitualmente se asocian con la memoria episódica, la semántica o la autobiográfica", explicó el neurocientífico y coautor del estudio, Jörn-Henrik Jacobsen, quien sin embargo pidió prudencia para extender esas conclusiones.
El reparo proviene, entre otras cosas, de las dificultades metodológicas de la segunda parte de la investigación, destinada a entender si las zonas donde se guarda la música se ven igual o menos afectadas por la enfermedad del olvido. Lo ideal hubiera sido poder estudiar la ubicación de los recuerdos musicales directamente en los enfermos de Alzheimer, pero una de las mayores dificultades para llevar eso a cabo es que muchos de ellos pueden recordar esas canciones, pero no son capaces de verbalizar ese recuerdo.
Los investigadores decidieron entonces estudiar a veinte pacientes con la enfermedad de Alzheimer y compararon sus resultados con los de otra treintena de individuos sanos, ambos grupos con una media de edad de 68 años. Querían cotejar en qué estado se encontraban las áreas musicales frente al resto del cerebro.
En el diagnóstico y seguimiento de la enfermedad se usaron principalmente tres biomarcadores: el grado de deposición del péptido beta amiloide, una molécula que tiende a acumularse formando placas en las fases iniciales de la enfermedad; la alteración del metabolismo de la glucosa en el cerebro; y por último, la atrofia cortical, un proceso natural que se manifiesta a medida que se envejece pero que en el paciente de Alzheimer se presenta más acentuado.
Las mediciones mostraron que los niveles de deposición de beta amiloide no presentaban grandes diferencias. Pero en las llamadas "áreas musicales" de los enfermos, el metabolismo de la glucosa entraba en los niveles normales y la atrofia cortical era hasta 50 veces menor que en otras zonas del cerebro. Para los investigadores del Max Planck, el hecho de que muestren un menor hipometabolismo y atrofia cortical en comparación con las otras zonas cerebrales significa que no se ven tan afectadas en el curso de la enfermedad.
Ritmos escogidos para estimular la emoción
La emoción es la puerta de entrada al recuerdo. O dicho de otro modo, los recuerdos que más perduran son los que están ligados a vivencias emocionales intensas. La música es uno de los elementos que más acceso tiene a esas emociones y, por lo tanto, a esos recuerdos. Con esas tres premisas, distintos centros de arte terapéuticos en el mundo apuestan a la música como forma de estimular a los pacientes que padecen de la enfermedad de Alzheimer.
Uno de los proyectos que mejores frutos está presentando es "Música para despertar", una propuesta creada dos años atrás por un grupo de especialistas españoles de la ciudad de Granada. Cada día, los jóvenes voluntarios diseñan la terapia más adecuada para cada paciente y escogen cuidadosamente las canciones y el momento en que deben ser escuchadas. El objetivo es no sólo acabar con la agresividad y el nerviosismo característicos de este tipo de enfermedades, sino lograr que mantengan la atención. En su sitio web se pueden observar los logros que se consiguen a través de videos que muestran la reacción de los pacientes de la enfermedad ante la escucha de su historia musical.